Juan
t
.
muñoz
Los
martiagueses
pusieron
ayer
el
broche
a
las
celebraciones
en
honor
del
Santo
Cristo
de
los
Remedios.
Y
lo
hicieron
con
un
programa
completo,
iniciado
con
la
misa
concelebrada
por
varios
sacerdotes
y
que
culminaría
con
la
actuación
de
un
grupo
folclórico
cerca
ya
de
la
medianoche.
La
programación
festiva,
no
obstante,
se
inició
el
pasado
jueves
con
la
colocación
de
la
cucaña
por
los
quintos
del
pueblo
y
que
se
remató
con
una
verbena
popular.
El
viernes,
después
de
unos
juegos
infantiles
matinales,
los
vecinos
celebraron
una
comida
popular
en
las
piscinas
municipales,
para
posteriormente
participar
en
un
concurso
de
disfraces
y
rematar
la
jornada
con
una
verbena.
La
jornada
del
sábado
se
inició
con
perrunillas
y
aguardiente
para
preparar
el
ánimo
y
disfrutar
más
tarde,
en
torno
al
mediodía
del
popular
encierro
a
caballo
y
la
posterior
suelta
de
vaquillas
por
las
calles
céntricas
del
pueblo,
en
donde
la
emoción
fue
detonante
y
referencia
de
la
alegría
de
los
vecinos.
A
las
seis
de
la
tarde
se
celebró
la
típica
capea
tradicional
y,
como
colofón
de
la
jornada,
los
vecinos
disfrutaron
de
una
nueva
sesión
de
verbena
hasta
bien
entrada
la
madrugada.
Además,
Martiago
volvió
a
ser
referencia
para
los
vecinos
de
localidades
vecinas,
que
se
acercaron
a
disfrutar
de
una
de
las
últimas
fiestas
del
verano
que
se
celebran
en
la
comarca
mirobrigense.
En
la
última
jornada,
la
de
ayer
domingo,
la
programación
se
inició
al
mediodía
con
una
misa
presidida
por
José
Manuel
Vidriales
y
concelebrada
por
tres
hijos
del
pueblo,
los
sacerdotes
Prudencio,
Alicio
y
Antonio.
En
la
mente
y
en
la
palabra
estaba
la
ausencia
de
Anastasio
Vicente,
sacerdote
martiagués
fallecido
hace
unos
días
y
que
siempre
asistía
a
los
actos
de
las
fiestas
patronales
en
honor
al
Santo
Cristo.
Tras
la
eucaristía,
se
procesionó
la
imagen
del
crucifijo,
con
una
asistencia
masiva
de
martiagueses.
A
las
seis
de
la
tarde
se
celebró
el
último
encierro
urbano. |